martes, 12 de mayo de 2020

Grito Ahogado- Cuento

Abril Chiro Tarrab
Comisión 07- Santiago Castellano 
Consigna: Escribir un cuento que empiece con la frase elegida y que incluya alguna de las siguientes conjuntos de oraciones (en el mismo orden):
a. Veo encuentros. - Una herida grave. - Tiene miedo.
b. Se oye música. - Números de muchas cifras. - Somos  pocos.
c. Hace frío. - Se divisa un velero. - No quiero. 
Modalidad Individual
Primera escritura 
Grito Ahogado   
Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la cien y del otro el pómulo. Caminaba con aires de elegancia y su mirada siempre era decidida. 
Caterina la admirada sentada en uno de los bancos dispuestos cerca del puerto, mientras apretaba fuertemente su maleta con sus débiles manos cubiertas en unos delicados guantes de lana. 
Le intrigaba esta mujer, parecía no importarle lo que los otros pensaran, su seguridad era abrumadora, y su enorme y grave herida parecía ser la insignia de alguna riña en la que ella, por supuesto, había ganado.
Caterina creía representar todo lo contrario, su pierna coja no la dejaba imponer ningún tipo de respeto, ni siquiera podía caminar o pararse con un buen porte. Sus ojos grises se escondían debajo de sus claras pestañas, que miraban cuidadosamente a cada quien pasara, siempre y cuando estos, no la miraran devuelta. En esos casos, ella siente miedo y se esconde, dentro de si misma, mientras cuenta lentamente hasta diez, para no entrar en pánico
En ese momento las sirenas del buque suenan, avisando que están próximos a zarpar rumbo a Argentina. La Mujer agarra una pequeña maleta de cuero con una mano, mientras sujeta su boleto con la otra, y se dispone en la fila para subir. Caterina se levanta rápidamente y se ubica en la fila, dos personas atrás de la intrigante mujer. 
Una vez dentro del barco, Caterina se dispone a recorrer el lugar en donde viviría durante 30 largos días. Hay un pequeño restaurante dispuesto a la derecha del buque, que sale a una especie de sala en donde Caterina supone se dispondrían las mesas para la cena, y seria el espacio de reunión algunas noches. A la izquierda había un largo pasillo que dividía los camarotes, llegando al final del mismo, se oye música de jazz. Esta proviene de un cuarto un tanto mas grande que los camarotes, en donde la mujer acababa de entrar, seguida de un hombre gordo vestido de traje. 
Caterina se pregunto si se trataba de un amorío o una relación laboral, pues ella la había visto embarcas por su cuenta. 
La noche llega, y es la hora de la cena. Caterina se encuentra en su camarote, acaba de despertarse de una pequeña siesta, cambia su ropa por una que considera mas decente y se dirige a la sala-comedor. Se sienta en una de las mesas del fondo, cerca de La Mujer, que ahora comía sin ningún acompañante. 
 Por primera vez, Caterina cobra coraje, se para y se dirige a la mesa en donde La Mujer comía, sin decir palabra, se sienta en la silla del otro extremo de la mesa, con las piernas cruzadas y sus manos temblorosas apoyadas sobre estas. La mujer parece ni siquiera notarla, no alzó su mirada, no se acomodó en su silla, ni miró para otro lado. 
Caterina no estaba dispuesta a ser ignorada una vez más en su vida, no aguantaba el constante murmullo que la gente hacía cuando ella se alejaba de un grupo, las miradas furtivas e intimidantes, las respuestas en silencio, las sonrisas comprometidas y los benditos comentarios de "lo siento" que solo parecían ver una maldita coja. No a Caterina.
."Somos pocos"- se atrevió a decir. 
La Mujer levantó su mirada, con esta dio un rápido paseo por la sala, y volvió toda su atención nuevamente al plato de comida. 
"Hace frío"- las palabras brotaron de su boca antes de que pudiera pensar.
¿Por qué había dicho eso? Estaba claro que la mujer no quería hablar con ella, la había ignorado, como el resto del mundo siempre lo había hecho. Era una ilusa por pensar que esta mujer era diferente, por pensar que la entendería, su cicatriz nada tenia que ver con la estúpida pierna corta que ella tenia. Eso no demostraba valor. Eso no se lo había ganado, por le contrario, eso la había ganado a ella. 
Ningún mozo se había acercado para traerle su comida, ya todos estaban disfrutando de la sopa de calabaza, pero ella seguía esperando. 
La Mujer se levantó, cogio su abrigo y se dirigió a la cubierta Caterina la siguió, allí si que no había nadie. 
"Cuantas estrellas se ven desde aquí"- no sabia por qué, pero seguía buscando una respuesta. 
La Mujer se puso su tapado negro de piel y se sentó en el borde de la cubierta, su larga melena volaba con el viento, y su mirada indicaba estar buscando algo. Sacó un cigarrillo, y lo prendió. 
Caterina odiaba el olor a cigarrillo, y odiaba que la ignoraran. Se sentó frente a ella, en la cornisa. La miró fijamente, lo más fijo que pudo. 
"¿Me compartirías un cigarrillo?"- soltó.
La mujer nuevamente, la ignoraba. 
"¿Por qué me ignoras?- lo había dicho, por primera vez en su vida había dicho lo que de verdad sentía.
"¿Por qué me ignoras?" repitió, esta vez más fuerte.
"¿Por qué me ignoras? ¡¿Por qué me ignoras?! ¡¡¿Por qué me ignoras?!!"
La mujer dirigía su mirada al horizonte, casi como si con sus ojos atravesara a Caterina, viendo más allá.
Caterina comenzó a gritar como nunca antes lo había hecho, se puso de pie y arrojo su abrigo por la cubierta. Lágrimas brotaban de sus ojos, sus piernas y manos le temblaban, su voz era un grito ahogado, comenzó a tirarse del pelo.La Mujer no la notaba.
Entonces un hombre apareció por las escaleras, era el mismo gordo de traje que había visto antes. Se sienta al lado de la mujer, quien le comparte un cigarrillo. 
A lo lejos, se divisa un velero, Caterina todavía gritando, dirige su pregunta hacía el velero, por los vientos, por los mares 
"¡¡¿¿POR QUÉ ME IGNORAN??!!"
No hay respuesta, solo un grito ahogado. 

 

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