Abril Chiro Tarrab
Comisión 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna: Escribir un diario de escritores, en donde detallen una de sus rutinas.
Individual
Primera Escritura
La aventura del ciclo
Hace tiempo que tengo al compañero perfecto, el que me escucha cuando lo necesito, el que
sabe ver cuando estoy mal, el que me hace reír hasta llorar, y me acompaña a cualquier lugar.
Ese compañero, es mi perro, que hace nueve años está conmigo.
Su nombre es Toby (muy original, lo sé.)
Desde que empezamos este ciclo de cuarentena, que siento que volví a descubrir esta relación
tan pura que existe entre un perro y su dueño. La vorágine de todos los días no me permitía
acordarme mucho de él, capaz un fin de semana aprovechaba para ir al parque y lo llevaba,
capaz dentro de la casa jugaba un poco con él, pero después de tirarle la “pelotita” un par de
veces, uno vuelve a concentrarse en lo suyo, y ese hocico asomándose por debajo del brazo
no parece más que una molestia.
Ahora tenemos una rutina juntos, salir a caminar. Si bien no pueden ser más que un par de
vueltas, ahora salir con él se convirtió en una aventura.
Las calles por donde vivo son muy tranquilas, y ahora lo son todavía más, se escuchan los
pájaros a la mañana, nos cruzamos con un par de gatos exploradores, y otros perros que
acompañados por sus dueños, toman distancia.
Día uno:
Hoy salimos temprano, es un día hermoso, casi que no hay nubes en el cielo, y es cierto que el
cielo parece tomar cada día un color más intenso.
Al pasar por una casa, veo dos gatos iguales tomando sol en la vereda. Cuando lo ven a mi
perro, estos corren hacia dentro. Pero la realidad, es que es mi perro el que debería tener
miedo de ellos, Toby es tan bueno, que ni siquiera sabe ladrar.
Mi perro va suelto, así que el sigue el camino por la calle, mientras yo me agacho para
observar a uno de los gatitos que todavía miraba con cuidado hacia fuera. Le saco una foto,
porque me parece hermoso. Ojala tuviera un gato, aunque me gustan más los perros.
Terminamos de dar las vueltas, regresamos.
Día dos
Hoy ya era de noche, una noche fría. Disfruto mucho este clima, ponerme un buzo grande, y
con el pijama por debajo agarrar la correa y salir con Toby.
El caso es que ya era pasada la media noche, y en un barrio tan solitario como el mío, no es
conveniente salir sola, así que me dispuse a llevarlo solo por la cuadra.
Mi perro bajó a toda velocidad corriendo por las escaleras del edificio, lo seguí.
De la nada, ya no estaba en la escalera, y es ahí cuando me doy cuenta que había entrado
en la casa de un vecino.
En el segundo piso, mi vecino estaba en bata mirando hacia las escaleras, y mi perro, entrando
por entre sus piernas a su casa.
No podía simplemente entrar a agarrarlo, así que me disculpe con mi vecino, quien muy
amablemente y riendo lo fue a buscar adentro.
Me dijo que su perro también se había ido por las escaleras, pero él para arriba, así que lo iba
a buscar.
Es gracioso como los perros inocentemente corren por las escaleras, siendo que tanto para
arriba o para abajo, no saben a dónde los llevará, pero ellos van, con todo el ánimo.
Día tres
Hoy también ya se hizo de noche, esta vez no hace tanto frío ni tampoco es tan tarde. Así que
podré llevarlo un par de cuadras más.
Mi perro desesperado baja conmigo en el ascensor. Al salir, veo en la vereda del frente a dos
perros como el mío, golden, que son nuestros vecinos.
Cruzamos, los perros se huelen entre ellos mientras su dueña me pregunta como estoy e
intercambiamos un par de palabras.
A esto, veo que la perra y Toby se estaban oliendo los hocicos, cosa que Toby no suele hacer,
empiezan a llorar.
Parecen gustarse, Toby le da un beso en el hocico mientras la perra llora. Mi vecina me dice,
"Acá. hay amor.".
Toby viene a buscarme con una pregunta en la mirada ¿Qué hago?, mira a la otra perra y
vuelve a mirarme a mi. La perra se acerca despacio, y mientras Toby la huele, ella le ladra.
Mi perro suele ser bastante miedoso, nunca lo escuchamos ladrar, de verdad. Siempre que
un perro le ladre, por mucho que él lo duplique en tamaño, mi perro se va corriendo.
Pero esta vez no fue así, se incorporó, y alzó la cabeza. Parecía estar tratando de mostrar
seguridad.
Definitivamente, la perra le gustaba, y está, según me dijo su dueña, estaba en celo.
A Toby nunca lo castramos, ya que de chiquito lo tuvieron que operar por otra cuestión, y no
queríamos que pasara por varías operaciones.
Sin embargo, no puede tener cachorros, ya que tiene displacía, una enfermedad que se hereda,
y no podemos arriesgarnos a que más cachorritos la sufran.
Sin embargo, desde que tengo diez años, que mi fantasía es tener muchos cachorritos de
Toby entre mis manos, con ese color rojizo que lo caracteriza.
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