lunes, 29 de junio de 2020

Relatos que dan gusto

Abril Chiro Tarrab
Comisión 07
Profesor Santiago Castellano
Consigna: buscar un relato de alguien que sea buen narrador oral, grabarlo.

Anécdota en Tailandia 
narrador: mi papá

VOCES Y NARRADORES

Abril Chiro Tarrab
Comisión 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna: Les pido que observen y anoten en el Diario cuáles son para ustedes las virtudes como narradores de los dos: cómo te enganchan, de qué manera trabajan la palabra, la pausa, el silencio, los cambios de tono, el humor, el dramatismo, la relación con el público

Si hay algo que siempre ha llamado mi atención en la gente, es su voz. Para mi la las voces son un reflejo de cómo somos, cómo nos sentimos, y de lo que buscamos en el otro cuando hablamos. 
Solemos prestarle más atención a la voz cantada, esa es la que escuchamos y deliberamos si es más dulce, más roca, más afinada o más alegre. 
Pero la voz esta presente todo el tiempo, y así como una canción puede cambiar completamente de acuerdo a quien la cante, puede hacerlo también cualquier palabra, 
René Lavand, tiene la voz de un hombre sabio, de aquellos que han recorrido demasiado como para sorprenderse o dejarse agobiar por algo. Parece hablar desde lo más profundo del corazón, y así, intentando llegar a lo más profundo de los nuestros.
Habla tranquilo, con la emoción justa en cada entonación, con las pausas necesarias para que un público impaciente no se distraiga con la primera mosca. 
Desde el principio hasta el final, lleva los trucos con una tranquilidad que hoy día no resulta fácil de encontrar. Se conecta con el público, y logra traspasar la pantalla.
En resumidas palabras, René Lavand es un excelente orador. 

domingo, 14 de junio de 2020

Núcleos y catálisis

Abril Chiro Tarrab 

Comisión 07

Profesor: Santiago Castellano

Consignas:  Teniendo en cuenta lo que señala Barthes respecto de la catálisis, o sea que la catálisis despierta sin cesar la tensión semántica del discurso y que estas  disponen zonas de seguridad, descansos, lujos que no son inútiles, incorpore al menos tres catálisis en el cuento “Los amigos” de Cortázar (una que sea un diálogo, las otras descripciones). Justifique en un texto aparte su expansión (de modo sencillo, simplemente por qué resultaba operativo incorporarlas en ese momento de la historia o qué podían agregarle al lector, entre otras posibles). color

A su vez, considerando lo que dice también Barthes en torno de los núcleos, esto es, que “la supresión de uno de los núcleos produce la alteración de la historia”, modifique alguno de esos núcleos en el cuento “Los amigos” de Cortázar de modo que la historia cambie. (Si se anima, por supuesto, puede cambiar el final del relato.) 

Trabajo individual

Primera escritura


NUEVA VERSIÓN DEL CUENTO “LOS AMIGOS” DE CORTAZAR 

Los amigos

          En ese juego todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría del trabajo, Bel­trán recibió la información pocos minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. Mien­tras se bañaba en su departamento, escuchando el no­ticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo, pero la cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había que pen­sar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había que creer en ciertas infor­maciones, el Número Uno ya estaba un poco viejo. De todos modos la torpeza de la orden le daba una ventaja: podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegara como siempre a en­contrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él mismo— todo quedaría despa­chado en un momento. Volvió a sonreír pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.

Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Casi se olvida de algo, pero lo coge de su cajón bajo llave antes de salir.  Los gallegos del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apre­taba un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero sentía la boca seca y le daba rabia.

         A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado. Romero se detuvo para revisar la hora en su reloj, sin importar los años, no parecía haber perdido su puntualidad. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Pero a Romero no podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible dejarlo que cruzara la calle y subiera a la vereda.

Exactamente en ese momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla. Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorpren­dido.

¡Viejo amigo! ¡Cuanto tiempo! Mentiría si dijera que no esperaba encontrarte por acá.”- exclamó Beltran 

“Beltran, que bueno verte. ¿Cómo es eso de que esperabas encontrarme?”- pregunto Romero extrañado.

“Será mejor que no te lo explique, prefiero que un saludo de un viejo camarada sea lo último que escuches.”- exclamó el asesino. 

Explicación:

Anadi la primera catálisis para hacer énfasis en el objeto que Beltrán casi olvida antes de salir a la escena del crimen. Si bien no está explicitado, abre a la imaginación del lector a creer que ese objeto, podría ser un arma, ya que se encuentra bajo llave. 

La segunda catálisis permite introducirse un poco en el personaje de Romero, la víctima, quien revisa en su reloj sus supuestos últimos segundos de vida. 

El diálogo permite que el lector se adentre en el momento clave de la historia, en donde se definirá si Beltran decide o no salvar a su viejo amigo. Sus palabras chocan con un aire irónico, dejando ver que su compromiso con número uno ha ganado la pelea. 

Por ultimo, decidi eliminar el final, siendo uno de los núcleos del cuento, para librar el final a la disposición del lector.


martes, 2 de junio de 2020

El momento- cuento objetos

Abril Chiro Tarrab 

Comisiòn 07

Profesor: Santiago Castellano

Consigna: Escribir un cuento en el que aparezcan los 5 objetos que eligieron, de la siguiente manera:uno aparece dentro de un flashback (retrospección, recuerdo de uno de los personajes), otro es robado, otro es un amuleto de uno de los personajes o del narrador, el cuarto es parte del escenario y el último funciona como pasaje a otro mundo / situación / escena / estado de cosas.

Primera escritura 

Individual

El momento 

Yo sabìa que en algùn momento, cuando ya no estuviera prestando atenciòn, cuando mi cabeza dejara de girar sobre el mismo tema como una calesita, inevitablemente, el momento iba a llegar, y ese momento, era hoy. 

A veces nos aferràmos a ideas èrroneas, ideas que nos dan eso que creemos necesitar, pero que en realidad es todo lo contrario, son como una adicciòn secreta, cuando creemos estar hacièndolo todo bien, las ideas corren. Aferràndonos a lo que ya no está. 

Por años escribì en mi cuaderno amarillo Rivadavia todas estas ideas, sumadas a ciertas anècdotas de amigos y adolescencia, pero las hojas estaban dedicadas a una persona, y mi vida giraba entorno a ella.

Recuerdo las tardes despùes del colegio, sentada en el piso frente a la mesa ratona del living, con mi chocolatada a un costado, escribiendo en ellas todas mis ideas, mis “soluciones” a problemas que en su momento, no sabìa que no dependìan de mi, no sabìa que no podìa hacer nada, màs qué participar. Pero yo ahì estaba, y lo intentaba. 

El lugar no era tan malo como habìa imaginado, va en realidad me habìa asegurado de que no lo fuera. Con mis ya treinta años tenìa la suerte de poder pagar un lugar que fuera “adecuado”.

Los papeles ya estaban en orden, ya habìa conocido a cada mèdico que la trataria, habìa probado la comida del lugar, que no era tan mala, pero sus ojos aùn me miraban de la manera que lo habìan hecho siempre. 

Para mi sorpresa no habìa dicho casi palabra desde que dejò la casa para venir acà, se habìa limitado a ignorar mis preguntas y mirar para otro lado. 

Saquè de mi mochila un peluche que ella misma me habìa regalado hace ya muchos años atràs, un osito marròn que llevaba a todos lados, era mi mejor amigo y protector contra todos esos monstruos que de chica, creìa me acechaban por las noches. Lo guardè en su bolso sin que se diera cuenta. Seguramente de otro modo, me lo hubiera rechazado, ya no querìa tener nada que ver conmigo, ya no querìa escucharme, no querìa mirarme, la culpa que me atribuìa era difícil de ignorar.

La acompañe a paso lento hasta su habitación, el médico hablaba de cómo sería el “hospedaje” pero ella no escuchaba, yo sabía que, como siempre, estaba perdida en otro mundo al cual nunca iba a llegar a comprender.
El médico se fue y nos dejó a solas, ese momento había tratado de evitarlo durante mucho tiempo, el momento de enfrentar, de recordar, el momento donde vuelven a mi piel todos los recuerdos y sensaciones que me han costado sanar, si es que realmente lo he hecho.
Me siento en la silla dispuesta a un costado de la cama, donde ella estaba sentada. Por la ventana se veían las hojas de otoño desprendiéndose de los árboles. En ese momento, yo era como una hoja otoñal, me desprendía del viejo árbol que por tanto tiempo había estado aferrada, tratandolo de cubrir. Me despedía de sus ramas para volar por los aires en mi propio camino. Quizá el árbol y sus ramas queden descubiertas, quizá no sea tan bello de mirar, pero mejor una realidad desnuda que un mentira encubierta.
De repente, ella abrió su bolso, y sacó de él mi cuaderno Rivadavia.
“Perdón”- me dijo.

Diario de escritores

La aventura del ciclo

Abril Chiro Tarrab Comisión 07 Profesor: Santiago Castellano Consigna: Escribir un diario de escritores, en donde detallen una de sus rutina...