Abril Chiro Tarrab
Comisiòn 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna: Escribir un cuento en el que aparezcan los 5 objetos que eligieron, de la siguiente manera:uno aparece dentro de un flashback (retrospección, recuerdo de uno de los personajes), otro es robado, otro es un amuleto de uno de los personajes o del narrador, el cuarto es parte del escenario y el último funciona como pasaje a otro mundo / situación / escena / estado de cosas.
Primera escritura
Individual
El momento
Yo sabìa que en algùn momento, cuando ya no estuviera prestando atenciòn, cuando mi cabeza dejara de girar sobre el mismo tema como una calesita, inevitablemente, el momento iba a llegar, y ese momento, era hoy.
A veces nos aferràmos a ideas èrroneas, ideas que nos dan eso que creemos necesitar, pero que en realidad es todo lo contrario, son como una adicciòn secreta, cuando creemos estar hacièndolo todo bien, las ideas corren. Aferràndonos a lo que ya no está.
Por años escribì en mi cuaderno amarillo Rivadavia todas estas ideas, sumadas a ciertas anècdotas de amigos y adolescencia, pero las hojas estaban dedicadas a una persona, y mi vida giraba entorno a ella.
Recuerdo las tardes despùes del colegio, sentada en el piso frente a la mesa ratona del living, con mi chocolatada a un costado, escribiendo en ellas todas mis ideas, mis “soluciones” a problemas que en su momento, no sabìa que no dependìan de mi, no sabìa que no podìa hacer nada, màs qué participar. Pero yo ahì estaba, y lo intentaba.
El lugar no era tan malo como habìa imaginado, va en realidad me habìa asegurado de que no lo fuera. Con mis ya treinta años tenìa la suerte de poder pagar un lugar que fuera “adecuado”.
Los papeles ya estaban en orden, ya habìa conocido a cada mèdico que la trataria, habìa probado la comida del lugar, que no era tan mala, pero sus ojos aùn me miraban de la manera que lo habìan hecho siempre.
Para mi sorpresa no habìa dicho casi palabra desde que dejò la casa para venir acà, se habìa limitado a ignorar mis preguntas y mirar para otro lado.
Saquè de mi mochila un peluche que ella misma me habìa regalado hace ya muchos años atràs, un osito marròn que llevaba a todos lados, era mi mejor amigo y protector contra todos esos monstruos que de chica, creìa me acechaban por las noches. Lo guardè en su bolso sin que se diera cuenta. Seguramente de otro modo, me lo hubiera rechazado, ya no querìa tener nada que ver conmigo, ya no querìa escucharme, no querìa mirarme, la culpa que me atribuìa era difícil de ignorar.
La acompañe a paso lento hasta su habitación, el médico hablaba de cómo sería el “hospedaje” pero ella no escuchaba, yo sabía que, como siempre, estaba perdida en otro mundo al cual nunca iba a llegar a comprender.El médico se fue y nos dejó a solas, ese momento había tratado de evitarlo durante mucho tiempo, el momento de enfrentar, de recordar, el momento donde vuelven a mi piel todos los recuerdos y sensaciones que me han costado sanar, si es que realmente lo he hecho.
Me siento en la silla dispuesta a un costado de la cama, donde ella estaba sentada. Por la ventana se veían las hojas de otoño desprendiéndose de los árboles. En ese momento, yo era como una hoja otoñal, me desprendía del viejo árbol que por tanto tiempo había estado aferrada, tratandolo de cubrir. Me despedía de sus ramas para volar por los aires en mi propio camino. Quizá el árbol y sus ramas queden descubiertas, quizá no sea tan bello de mirar, pero mejor una realidad desnuda que un mentira encubierta.
De repente, ella abrió su bolso, y sacó de él mi cuaderno Rivadavia.
“Perdón”- me dijo.
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