Abril Chiro Tarrab
Comisión 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna: Probar de tomar la historia oral y contarla "desordenada": usar 2 flashbacks (retrospecciones) + 2 anticipaciones (prolepsis) + 1 pausa y 1 elipsis.
Con respecto a la enunciación, elegir por lo menos 3 narradores distintos para contar el cuento.
Trabajo Individual
Primera escritura
EL CAMINO POR LA ISLA
La historia cuenta cuando estábamos de vacaciones con mi hija, Abril, en Tailandia, en la isla de Phi Phi. Era verano, por los meses de Enero y Febrero. Nos encontrábamos alojados en la playa, y como la isla es rocosa, se accedía únicamente mediante un long tail boat, en viajes de quince a veinte minutos, eso hicimos.
Allí vivimos un momento “heavy”.. no muy lindo. Pero por suerte llegamos sanos y salvos.
Eran las cinco de la tarde cuando decidimos ir caminando hacía el centro de la isla, en lugar de tomarnos el usual botecito, una opción un poco dificultosa, pero que como experiencia debíamos tomar.
El camino bordeaba el mar, se dividía en algunas partes, colgaban cuerdas de las cuales agarrarse para atravesar las partes más dificultosas, conllevaba una cuota de riesgo.
Finalmente llegamos bien y fue una experiencia divertida.
Ya estaba comenzando a oscurecer cuando decidimos regresar, eran cerca de las ocho y media de la noche, calculamos el tiempo que nos había llevado en primer lugar, media hora parecía bien.
A los veinte minutos de caminata, yo ya había empezado a dudar, el sol finalmente se ocultaba, y unas pocas luces iluminaban el rocoso camino.
Le pregunté a mi papá, “¿Cuánto falta?” Él, con su espíritu aventurero, respondió “No falta nada”. Poco después se enteraría que se había equivocado.
Llegada la mitad del camino nos encontramos con dos personas, quienes nos confirmaron que veníamos por el camino correcto.
El camino cada vez se volvía más y más empinado, no lo recordaba de esa manera, pero quizá se debía a mi profundo cansancio, tras quince días de largas caminatas por Tailandia, pasando por Dubai, Laos y Vietnam.
El tiempo pasaba, cada vez nos cruzábamos con menos gente, y unas pocas casas humildes se divisaban por entre medio de los juncos. Mi papá dijo “Hay que seguir caminando, no queda otra”. Yo confié en él, debido a su basta experiencia en viajes y aventuras a lo largo de toda su vida.
Ya era de noche y las linternas de nuestros celulares eran lo único que nos permitía ver. Nos acercamos a una casa que se encontraba un tanto alejada del camino, y comenzamos a aplaudir para ver si alguien se asomaba, pero la única respuesta fue un perro furioso que nos ladraba ferozmente mientras se acercaba a nosotros. Caminando en reversa volvimos por donde vinimos.
Minutos después nos cruzamos con una moto, el hombre que la conducía se detuvo, pero la comunicación fue complicada, debido a que su inglés era bastante malo, y nosotros no hablamos Tailandés, el idioma local. Entre señas nos indicó seguir por otro camino, eso hicimos.
“No pasa nada, yo voy siempre caminando”- nos dijo el recepcionista del hotel esa misma mañana
“¿Consideras que todo el mundo puede hacerlo, o es para gente más joven y aventurera?”- consultó mi papá. Como agente de viajes se aseguraba de tener la mayor data posible de cada lugar que fuéramos, para aconsejar a sus clientes.
“Tiene muchas subidas, pero es un camino que locales y turistas hacen todos los días ”- respondió.
“Genial, y sirve para ahorrarse en el long tail boat”- como buenos argentinos, no perdimos la oportunidad de ahorrarnos un par de pesos.
Las luces de nuestras linternas empezaron a fallar, yo iba delante de Abril. Sabíamos que estábamos un poco perdidos, pero había que seguir.
Las linternas titilaban, y con ellas nuestra visión. Si se apagaba la batería del celular, estábamos fritos, en la total oscuridad.
Intentaba estar tranquilo y avanzar lo más rápido posible, cuando escuchamos un ruido que venía del costado de un arbusto, nos quedamos quietos un momento. Seguro era un animal, aunque todavía no sabemos cual, ya que por suerte, no apareció.
Después de cuarenta minutos de caminata, nos encontramos con un cartel que indicaba la el nombre de un hotel, el cual estaba a la otra punta de la playa.
En ese momento nos relajamos, pensamos “Ya esta, ya llegamos”.
Lo que había pasado, es que subimos por la montaña, cruzando la playa por arriba en lugar de bordearla, desviándonos del camino original.
Fue ese punto en el que vimos un camino, que debimos haber seguido por la playa, pero al estar todo oscuro, no vimos más que mar y agarramos otro camino distinto.
Así fue como nos perdimos, juntando un recuerdo más a nuestra lista de experiencias, en un viaje maravilloso por el Sudeste Asiático.